Un atípico sargento
Recuerdos y contadas.
Prólogo
Esta narración no pretende solamente traer a colación hechos del pasado para anquilosarnos en él, por el contrario, éstas líneas dejan entrever lo motivante que es traer a la luz relatos, que por su carácter de anecdótico, formaron parte de aquellos momentos vividos en el quehacer cotidiano durante el extenso pasaje por nuestra querida Fuerza, hechos éstos que fueran conservados en la memoria a través del paso de los años
Vaya para aquellos personajes involucrados mi reconocimiento y especial dedicación en “Recuerdos y Contadas”, cuya finalidad es la de, sencilla y humildemente, compartir y difundir con todos vosotros, aquellos quienes tuvieron también en el devenir de los años, la oportunidad de una manera u otra, de transitar por momentos similares a éstos.
«Un atípico Sargento»
Una de esas viejas historias comienzan, no tan alegres por cierto, cuando por causas del destino tuve que llegar a la intersección de las calles Isla de Flores y Cuareim (como se llamaban por el entonces), en el barrio Palermo. Barrio éste donde nací y parte de mi vida me vio crecer, entre el colegio y los potreros de fútbol
En ese instante, al arribar aquí, me invadió de pronto un aire de melancolía. No eran mis nostalgias por ese querido barrio lo que me hizo estar en ese lugar, sino otros sentimientos con dejos de amargura cuando encaminé mis pasos hacia la empresa fúnebre allí existente. ¿El motivo…?
Había recibido la triste noticia de que se estaba efectuando el velatorio del sargento Raúl, alias “El loco”, alguien de quien yo tenía cabal conocimiento desde tempranas épocas
Se encontraba en amplia sala, rodeándolo, camaradas y compañeros de toda la vida, tanto subalternos como superiores en actividad y retiro
Surgen charlas con infinidad de recuerdos que lo relacionaban en uno u otro sentido. Tal como lo había soñado y deseado, su destino final había sido en su amada Unidad, la Base Aérea Nº 1. La que lo había arropado durante tantos años, motivos de su morada y de su vida. En esto el destino le sonrió
Supe de sus humildes orígenes, de palabras propias que confesaba con cierto orgullo, siendo su pregón: “he sido huérfano, por lo tanto mi padre es el Estado y mi madre mi Bandera”
Fueron sus educadores el Asilo Dámaso Larrañaga y la Colonia de Menores Suárez, instituciones dependientes por ese entonces del Consejo del Niño, quienes otorgaban a aquellos pupilos cuya conducta lo ameritaba, becas de ingresos en la Fuerzas Armadas. Estos caminos lo condujeron a la Fuerza Aérea y a la Base 1
Gran personaje Raúl, de una u otra forma podía ser nombrado, dado que tampoco a ciencia cierta podría aseverarse cuál era el nombre original, quizás fuese la forma de diferenciarlo entre otros chicos residentes
De pequeño porte, su aspecto físico dejaba mucho que desear, sea ya, por su desalineado vestir ó por su delicada salud; un asma crónico de sufrimientos continuos con situaciones delicadas que varias veces provocaban internaciones en el hospital, así como una hernia inguinal prominente que se acentuaba a cada esfuerzo físico desmedido y al que él no escapaba como tampoco el aceptar ser intervenido quirúrgicamente para serle erradicada esa dolorosa molestia
Recuerdo que al verlo transitar me venía en mente un viejo enunciado español que una vez escuché: “Rendido de fatigas de fajina, con escasas perras (monedas) le hacía aparecer como que la miseria le pegaba a los talones”. Creo que por su ortodoxo vestir, su largo machete de selva pegado a su siniestra lo hacía un inconfundible personaje
Demás está decir que de “prusiano”, nada, de “disciplina”, menos; no obstante existía una dicotomía entre su imagen y su espíritu, porque poseía un altísimo sentido del deber y responsabilidad como encomiable disposición al trabajo, superando con creces aquellos quebrantos de salud enunciados
Con la Base, como refugio, sentía en ella la seguridad de su propia existencia por lo que le hacía expresar habitualmente ”… de nada tengo que preocuparme, acá todo me lo dan y gastos de plata no tengo…”, con esa simpleza de pensamiento se desprendía en ocasiones de lo suyo para extender sus manos a quiénes lo precisaban, principalmente a los aspirantes a ingreso como Soldados, quiénes carecían de sustentos y esperaban muchas veces prolongados períodos por una vacante; era él quien estaba a cargo de ellos siendo su instructor básico de reclutamiento por esos tiempos
Supe que en una oportunidad por su propio peculio adquirió un bote a remo y unas piezas (suertes) de pescas con la finalidad de fundar una cooperativa y trabajar en forma artesanal, poniendo el hombro con algunos de sus aspirantes voluntarios. ¿Finalidad? … mejorar las vestimentas, alimentación y hacerse de algún “vintén” para repartirlos entre ellos. Las excedencias según se comentaban eran repartidas entre niños carenciados de la cercana “Colonia Nicolich”, los mismos que solos o en ciertas ocasiones con alguno de sus padres, venían a las puertas de la Base, con ollas en mano, en busca del “pan y el guiso” por las noches frías y también de las calurosas para llevarlos a sus humildes hogares
Cuando el trabajo se hacía áspero, pesado o las exigencias de guardia lo ameritaban, él era eterno voluntario para estar en primera línea, donde duras noches de invierno lo habían visto hacer caso omiso a su salud, aunque tuviese que pagar réditos luego por su exceso
En otra ocasión recuerdo que a un viejo jeep desactivado, que él con la colaboración de algunos voluntarios y después de horario habitual, puso en funcionamiento, pintado y con una ametralladora punto treinta que le adosaron, se lo destinó al patrullaje interno y perimétrico de la Unidad; y en aquellas complicadas era Raúl el tripulante de lujo
De Cabo a Sargento, fue ascendido por orden del entonces Presidente de la República al demostrar un alto celo profesional en una misión encomendada
Fue así cuando arribó una importante reserva de oro de regreso a nuestro País desde el exterior por lo que se implantó una zona de exclusión de 360º que rodeaba a la aeronave portadora. Como su arribo fue en horas prácticamente nocturnas, se dispuso para el día siguiente su descarga
Junto a dos Soldados se destinó a cargo de la custodia al Cabo Raúl con la consigna que nadie podía acercarse al avión, reconociendo sólo al Capitán de Servicio (contraseña mediante), quien los había apostado en esa guardia
Debido al interés y lo que significaba para Uruguay el regreso de esas reservas, se aproximan hacia la aeronave el primer Mandatario, el Ministro de Hacienda de la época, el jefe de Base y su Jefe de Servicio, todos fueron detenidos fuera del área perimetral no siéndoles habilitado el paso en forma enérgica por quien estaba a cargo de la custodia, sólo le fue permitido ante la presencia, con la contraseña mediante, al Capitán de Servicio, quien los había designado. Tal fue la sorpresa y admiración por el cumplimiento de las órdenes recibidas que la autoridad máxima del País, dispuso que fuese ascendido al grado de Sargento en la primera vacante disponible como así también menciones de relevancia para los dos Soldados
Personaje extrovertido si lo fue; recuerdo que había criado una pareja de perros de raza doberman para que le sirviese de apoyo en los patrullajes nocturnos. Menciono esto porque no podré olvidar jamás mi primera guardia como Jefe de Servicio de la Unidad
Estando próximo a cenar junto a los oficiales de la guardia me comunican que a las puertas del Casino se encontraba el Sargento Raúl y pedía para hablar conmigo, al salir a su encuentro, junto a él se encontraban dos imponentes mastines que me paralizaron y me hicieron hacer sentir sus gruñidos sobre todo al extender mi mano para saludarlo, por lo que Raúl acto seguido, impartió la voz de mando y los canes adoptaron la posición de sentados, que aún en esa posición se veían imponentes
“… estoy a tus órdenes para la recorrida nocturna…” me dice, a lo que le respondo, tú no estás de servicio y esta noche no hay patrullaje previsto, (los que eran irregulares, periódicos, a requerimiento o sorpresivos). Le agradecí su disposición y voluntad, cosa que no me dejó terminar ya que un rotundo ¡No! me sorprendió y continuó diciéndome “… hoy es tu primer día como Jefe de Servicio…, fuimos soldados juntos y yo voy a recorrer para que tengas una guardia segura… ese es mi regalo…”, finalizando me hizo el saludo militar y se aprestó a retirarse, ante lo cual le dije que me esperase un instante
Entrando al Casino les dí las excusas del caso a los oficiales agregando que cenaran libremente que iba a recorrer con el Sargento, tomé mi abrigo y fui hasta el jeep que esperaba; sintiendo algo así como un nudo en la garganta en ese momento
Después de casi dos horas de patrullaje, charlas y contadas y mirando siempre de reojo a los mastines echados en la parte trasera y con el advenimiento del frío nocturno, le agradecí profundamente la compañía, digno de un trabajo de equipo y espíritu de camaradería, luego lo despedí y le dije que se fuera a descansar; como él ya había cenado mis excusas también eran por que quien escribe, quería hacer lo mismo
Presto volví al Casino, aparte de saciar mi apetito iba en busca del calor de la estufa a leña que estaba en su esplendor. Grata fue mi sorpresa, los oficiales miraban la televisión y me estaban esperando para cenar en conjunto, éstos al igual que los mozos. No tenía palabras de disculpas y agradecimientos por la tolerancia. Esto sí vale la pena no borrarlo de la memoria
¡¡Qué tiempos aquellos!! No mejores pero sí diferentes
Me había ocurrido tiempo atrás, algo similar al hecho ya manifestado, al ser apostado de guardia en un lago cercano a la Base donde lamentablemente había sucedido un fatal accidente de un avión T-33, declarándose ésta zona de exclusión militar. Casi de inmediato apareció el Sargento Raúl con cuatro soldados a mis órdenes para acordonar el área, manteniéndose hasta el día siguiente inviolable el perímetro
También hubieron de las otras historias, no sólo las vividas, sino las que me fueran contadas, cuando en una oportunidad a alguien desde la Base Antártica, se le ocurrió traer un pingüino, que por supuesto no fue bien recibido por la jerarquía de la época, creándose la interrogante de que hacer con el pequeño animalito
¿Quién más, sino Raúl, podría hacerse cargo de la situación? No obstante tal adopción llevaba consigo la incertidumbre de lo que le pasaría al “huésped” cuando los perros doberman lo visualizaran al acercase a sus aposentos. Por el contrario, no aconteció desgracia alguna, se pudo ver, según se narró en ese tiempo, una extraña, rara y desordenada formación: Raúl, los perros y el pingüino, siguiendo el paso por la cabeza, ¡¡¡de no creer!!!
A Raúl, lo apodaban “el loco”, creo que él escondía sus sentimientos detrás de ese maquillaje cometiendo actos a veces tildados de locura
Otra de sus aventuras eran sus colecciones de recortes de artículos y fotos que aparecían en las publicaciones de la época, como ser Mundo Uruguayo, Vanguardia, Mundial, etc., relacionadas todas con la Segunda Guerra Mundial, así como lo acontecido con la Batalla del Río de la Plata y hundimiento del acorazado «Graf Spee». Todos esos materiales estaban prolijamente encuadernados por sus propias manos, constituyendo una valiosa colección, realmente admirables
Su deseo era que esos álbumes, luego de su ausencia, fuesen donados al Iname (hoy INAU), con la finalidad de uso didáctico ó como fuente de ingreso económico para dicha institución
Tiempo después me comentaron que las autoridades de la Base cumplieron con dicho deseo
Pero aún hay más hechos recordables… Cuando al construirse viviendas para el Personal Subalterno sobre la Ruta 101, le fue ofrecida una para su uso, vivienda ésta que él rechazó diciendo: ”…para que quiero una casa, si yo estoy bien acá donde se me construyó un alojamiento y donde quiero ver mis últimos días. Hay sargentos que tienen familia, que las necesitan más que yo y éste no es mi caso…”
Nunca formó familia propia, se dijo que una vez tuvo una novia por las cercanías del Parque Rodó y que ella lo alentó a ser simpatizante de Defensor, pero esa relación no prosiguió
Lo aquejaba el temor de ser una carga por sus deficiencias físicas y lo más importante para él era dejar descendencia que pudiese sufrir lo que a él le había ocurrido
Raúl ¿cómo no iba a estar despidiéndote junto a tus camaradas, aquellos que de alguna manera atesoraron el valor que le dabas a lo intangible de las cosas que te rodeaban en aquellas épocas de la Fuerza Aérea que tanto nos unía?, y a lo que una vez más repito, no serían quizás mejores tiempos, pero sí quizás diferentes
Recuerdo una frase que leí en una oportunidad y que reza “… hay hombres que se sacrificaron, no por una medalla, sino por los demás, por todos nosotros, por sus camaradas…». Vaya mi humilde reconocimiento para él, en el convencimiento de la semejanza que tiene con la misma
Descansa en paz..
En memoria del Sargento Raúl Luis Liscano